EFEMÉRIDES DE HOY: CHRISTINE DE PIZAN
CHRISTINE DE PIZÁN NACIÓ EL 11 DE SEPTIEMBRE DEL 1364, FEMINISTA DEL SIGLO XV, PIONERA DE LA IGUALDAD.
Tras enviudar, y con tres hijos a su cargo, esta mujer
de letras vivió de su pluma y se hizo famosa por su reivindicación del saber
y la dignidad de las mujeres mucho antes de la llegada de los masivos
movimientos feministas de siglos posteriores.
"la primera vez que
vemos a una mujer tomar su pluma en defensa de su sexo" fue en la Francia del siglo XV. Así lo aseguraba
Simone de Beauvoir, en su ensayo El segundo sexo, uno de los textos fundamentales del feminismo moderno. Esa
primera feminista de finales de la Edad Media era Christine de Pizan, poeta y
erudita que defendía ideas tan
"revolucionarias" como que la inferioridad femenina en realidad no
era natural y que si las niñas tuvieran una educación igual a la de
los niños "aprenderían y entenderían las dificultades y las sutilezas de
todas las artes y las ciencias tan bien como los hombres".
A mediados del siglo XIV vivía en Venecia un
médico originario de Bolonia, llamado Tommaso da Pizzano.
Reconocido como estudioso y hombre sabio, llegó a ocupar el cargo de consejero
de la Serenísima. Tommaso era un astrólogo reputado en toda Europa, hasta el
punto de que dos monarcas europeos lo invitaron a prestar sus
servicios: Carlos V, rey de Francia, y Luis el Grande, rey de
Hungría. Quizá fue la reputación de intelectual y de amante de la cultura
del rey Carlos lo que convenció a Tommaso de viajar a su corte. Su decisión
fue acertada: lo recibieron con todos los honores y durante
años gozó en Francia de una excelente posición económica y social.
ESCRITORA PRECOZ
Desde muy joven, Christine demostró dotes literarias
particulares y compuso canciones y baladas que deleitaban
a los miembros de la corte. Su padre, cada vez más cercano al rey Carlos V,
hizo lo posible para que, al llegar a la edad de casarse, la joven pudiera
contraer un matrimonio ventajoso. En 1380, a los 15
años, Christine se casó con Étienne de Castel,
notario y secretario del rey, al que Tommaso eligió tanto por su posición
como por su carácter. Y tenía razón al alentar la unión de ambos jóvenes. Fue
un matrimonio feliz del que nacieron tres hijos: dos niños y
una niña. Pero, por desgracia, en pocos años la suerte de Christine cambió.
En 1380, Carlos V murió y lo sucedió su hijo,
Carlos VI, que apenas había cumplido once años. Francia
se encontraba en plena guerra de los Cien Años y el país
no podía ser dirigido por un niño. El gobierno fue confiado a los cuatro
tíos del rey, que tenían que restituir el poder a su sobrino
al cumplir los 14 años. Sin embargo, lo conservaron hasta que Carlos
VI lo recuperó por la fuerza, con 21 años.
A las dificultades públicas se sumaron las de carácter
privado. En efecto, Christine perdió en pocos años a su
padre, que murió en 1387, y a su marido, que falleció en 1390
a causa de una epidemia. Con 25 años, Christine se encontró viuda, con tres
hijos y una madre a los que cuidar. Sus hermanos no podían
ayudarla, porque entretanto habían regresado a Italia. Las estrecheces
económicas la sumieron en una situación casi desesperada.
Parecía que la única solución posible para Christine era volverse
a casar con un hombre que le aportara estabilidad.
En su tiempo libre, sin embargo, seguía
escribiendo. Consciente de que su situación era precaria, envió
baladas y sonetos a todos los personajes influyentes de la época.
Apreciados por todos los que los leían, sus textos le depararon jugosas
recompensas por parte de sus patronos y se convirtieron
pronto en su único sustento. En consecuencia, su producción literaria aumentó y su
nombre se hizo famoso en toda Europa. En solo dos años compuso El
libro de las cien baladas y recibió encargos de Felipe II de
Borgoña y Juan de Valois, los hermanos del soberano, e incluso de la reina
consorte Isabel de Baviera.
Por entonces, a principios de 1400,
Christine participó en uno de los debates más célebres de la
historia literaria francesa: la llamada Querelle
de la Rose. El centro de la polémica era un
largo poema alegórico, el Roman de la Rose, escrito
casi un siglo antes y que en algunos pasajes relegaba a la mujer a objeto de deseo
que servía sólo para complacer y satisfacer los instintos masculinos.
Christine se convirtió en portavoz de las críticas a esta obra,
lanzando así en la corte francesa un debate más general sobre la
condición de la mujer y su igualdad con el hombre. En opinión
de Christine, la inferioridad femenina en realidad no
era natural, sino cultural. Si las mujeres quedaban relegadas
a las cuatro paredes domésticas y no recibían
educación, ¿cómo podían aspirar a los logros que conseguían los hombres?
LA CIUDAD DE LAS DAMAS
"Si fuera habitual mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y las sutilezas de todas las artes y las ciencias tan bien como los hombres", escribió Christine en el libro La ciudad de las damas (1405), quizá su obra más conocida. En esa obra, deseosa de demostrar que la falta de formación era el único límite del género femenino, creó una ciudad ficticia regida por Razón, Rectitud y Justicia, y habitada sólo por mujeres, damas no por su sangre sino por su espíritu noble.
Dentro de las murallas de esta "ciudad de las damas",
Christine reunió a mujeres que, con su saber, su comportamiento o su fe,
habían hecho contribuciones significativas al
crecimiento y el desarrollo de la sociedad. Entre ellas estaban
la poeta Safo; Dido y Semíramis,
fundadoras de Cartago y Babilonia, o Lucrecia, la matrona romana que decidió
suicidarse tras ser violada por el hijo del último rey etrusco de Roma. Guerreras,
mártires, santas, poetas, científicas o
reinas: Christine reunió a las mujeres de la historia y de la
mitología en una ciudad para demostrar que la opresión
del hombre era la única y verdadera causa de la inferioridad femenina.
"No todos los hombres (sobre todo los más inteligentes) comparten la opinión
de que es malo educar a las mujeres. Pero es cierto que muchos
hombres estúpidos lo afirman, ya que no les gusta que las
mujeres sepan más que ellos", sostenía.
ÚLTIMOS AÑOS
Christine
escribió sin interrupción durante años, a
menudo sobre el recuerdo de la juventud perdida y sobre
la situación de las viudas, pero también sobre los cambios de
la fortuna, la política y la sociedad. Entre las decenas de textos que
produjo, firmó una biografía de Carlos V encargada
por su hermano, Felipe de Borgoña. Pero la situación política no era nada
prometedora. Enrique V de Inglaterra invadió
Francia en 1415, y Christine, que por primera vez no se sentía
segura en París, decidió dejar la ciudad.
No se planteó abandonar su país adoptivo: aunque se definiera como italienne,
alejarse de la tierra que la había acogido desde niña le parecía casi una
traición. Así que prefirió refugiarse en un convento,
probablemente en Poissy, donde años antes su hija había tomado los hábitos.
Allí se quedó más de una década.
Cansada y profundamente afectada por la situación que estaba viviendo el país, dejó de escribir durante un largo período, y sólo interrumpió su silencio literario para escribir una obra religiosa y un poema sobre Juana de Arco, el único texto escrito mientras la doncella de Orleans aún vivía. "El sol volvió a brillar", escribió Christine a propósito de la irrupción de Juana en 1429. Ella, sin embargo, se extinguió al año siguiente.
ciudad de las damas (1405),
quizá su obra más conocida. En esa obra, deseosa de demostrar que la
falta de formación era el único límite del género femenino,
creó una ciudad ficticia regida por Razón, Rectitud y Justicia, y habitada
sólo por mujeres, damas no por su sangre sino por su espíritu
noble.
Dentro de las murallas de esta "ciudad de las damas",
Christine reunió a mujeres que, con su saber, su comportamiento o su fe,
habían hecho contribuciones significativas al
crecimiento y el desarrollo de la sociedad. Entre ellas estaban
la poeta Safo; Dido y Semíramis,
fundadoras de Cartago y Babilonia, o Lucrecia, la matrona romana que decidió
suicidarse tras ser violada por el hijo del último rey etrusco de Roma. Guerreras,
mártires, santas, poetas, científicas o
reinas: Christine reunió a las mujeres de la historia y de la
mitología en una ciudad para demostrar que la opresión
del hombre era la única y verdadera causa de la inferioridad femenina.
"No todos los hombres (sobre todo los más inteligentes) comparten la opinión
de que es malo educar a las mujeres. Pero es cierto que muchos
hombres estúpidos lo afirman, ya que no les gusta que las
mujeres sepan más que ellos", sostenía.
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