MUJERES EN LA HISTORIA: VIRGINIA HALL, LA ESPÍA MÁS PELIGROSA DE LOS ALIADOS (SEGUNDA GUERRA MUNDIAL)
LA ESPÍA COJA
Virginia cursó estudios en Radcliffe, la facultad para mujeres de la Universidad de Harvard; en Barnard, la facultad femenina de la Universidad de Columbia, y en la escuela de posgrado de la American University en Washington, donde aprendió francés, italiano y alemán. Rompiendo las normas de la época, viajó por Europa y estudió en la Escuela de Ciencias Políticas de París, en la Konsularakademie de Viena y en Alemania. Al finalizar sus estudios de posgrado, Virginia aceptó un puesto de secretaria en la Embajada de Estados Unidos en Varsovia y desde allí fue trasladada a Izmir, en Turquía. Fue precisamente en aquella ciudad de la península de Anatolia donde un accidente fortuito durante una cacería provocó que Virginia perdiera su pierna izquierda a la altura de la rodilla. A pesar de que en principio la herida no revestía gravedad, la tardanza en recibir atención médica provocó que la herida se gangrenara y el miembro tuviera que ser amputado.
"Cuthbert", mote cariñoso con el cual Virginia se dirigía a su pierna ortopédica, resultó ser un impedimento más para continuar con su carrera diplomática, que se añadió a las numerosas trabas que encontró en su camino por el mero hecho de ser mujer. Tras ser apartada del Departamento de Estado, Virginia decidió dar un giro a sus expectativas para intentar luchar contra el fascismo que se estaba apoderando de toda Europa. Viajó a Francia y se alistó en el servicio de ambulancias, donde empezó su particular guerra. Tras la invasión alemana, huyó en bicicleta del país galo, pedaleando con su pierna de madera, hasta llegar a la costa francesa, donde embarcó en uno de los últimos ferrys que navegaban hasta Gran Bretaña. A su llegada a Londres conoció a Vera Atkins, una espía británica de origen rumano y una hábil reclutadora de la sección F (por Francia) del SOE, la Ejecutiva de Operaciones Especiales, organismo responsable de enviar agentes a Europa para sabotear, espiar, robar y, sobre todo, matar nazis.
"DEBEMOS ENCONTRARLA Y DESTRUIRLA"
Con el nombre en clave de "Germaine", Virginia se lanzó en paracaídas sobre Francia con la misión de recopilar toda la información posible acerca de la ocupación alemana y también para proporcionar armas a la resistencia francesa. Haciéndose pasar por periodista, comenzó su misión: informar a Londres sobre los movimientos de tropas alemanas y poner bombas en las instalaciones militares nazis. Su fama se extendió entre la resistencia, pero también entre los agentes de la Gestapo, la policía secreta nazi. Para lograr dar con ella, los alemanes hicieron imprimir carteles con un supuesto retrato suyo y con el siguiente mensaje: "Esta mujer que cojea es una de las más peligrosas agentes de los aliados en Francia, y debemos encontrarla y destruirla"
En un principio, Virginia, con ciudadanía estadounidense y su discapacidad física, no parecía representar un peligro para la Gestapo, por lo que pudo formar a un grupo de miembros de la resistencia francesa bajo el nombre en clave de "Heckler" sin impedimentos. Su principal objetivo era garantizar el paso seguro de los pilotos británicos abatidos y apoyar a otros grupos de la resistencia y a agentes del SOE. Poco a poco, Virginia se fue convirtiendo en la obsesión de Klaus Barbie, jefe de la Gestapo en la ciudad francesa de Lyon y encargado de torturar personalmente a todos los prisioneros franceses que caían en sus manos. Barbie organizó redadas, interceptó todas las transmisiones en morse que eran enviadas a Londres, y capturó y torturó hasta la muerte a numerosos prisioneros en busca de información para dar con la esquiva espía.
HUIDA A ESPAÑA
Gracias a Abbe Ackuin, cuyo nombre en clave era "Bishop", un espía que la Gestapo logró infiltrar en la resistencia francesa, los nazis pudieron arrinconar a Virginia, y parecía cuestión de tiempo que la arrestaran. Pero todo fue en vano. La "dama coja", como era conocida por los alemanes, consiguió escapar cruzando los Pirineos con su única pierna hasta llegar España. Pero a su llegada a la frontera, las autoridades de inmigración la detuvieron por entrar a España sin visado. Durante seis semanas, Virginia estuvo en una prisión en Figueres (Gerona) hasta que la embajada de Estados Unidos presionó a las autoridades franquistas para que la liberaran. Virginia Hall dejó de trabajar para el SOE británico y pasó a formar parte de la OSS, la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos, predecesora de la actual CIA.
De nuevo en Francia, Virginia asumió la personalidad de Marcelle Montagne, una anciana campesina del pequeño pueblo de Crozant, en el centro de Francia, que vivía en una granja donde cuidaba vacas, hacía queso y ayudaba al propietario. Durante aquel tiempo recopiló información vital sobre los movimientos de las tropas alemanas y estableció contactos con la resistencia. A pesar de la sólida cobertura que le proporcionaba su nueva identidad, fue interrogada y varios agricultores locales fueron asesinados. Ante el riesgo de ser descubierta, Hall transmitió por radio a Londres el siguiente comunicado: "Los lobos están en la puerta", y huyó.
UN PAPEL CRUCIAL
Durante las semanas previas al Día D, Virginia estableció la resistencia en la ciudad de Cosne, dividiendo la organización en cuatro grupos de 25 hombres. A cada grupo encargó diversos actos de sabotaje contra las unidades alemanas establecidas allí. A media que se iba acercando el Día D, la resistencia comandada por Virgina se encargó de sabotear líneas ferroviarias, comunicaciones y puentes y carreteras para retrasar de esta manera el avance alemán hacia las playas de Normandía. En esta misión, Virginia no estaba sola. Mujeres como Diana Rowden, Violette Szabo y Lilian Rolfe cubrieron otras zonas con el mismo cometido; las que fueron capturadas acabaron sus días en el campo de exterminio de Ravensbrück o en el de Dachau.
Su trabajo como espía fue de vital importancia para que los aliados consiguieran recuperar Francia. Durante el resto de su vida, Virginia trabajó para la CIA, que incluso ha dado su nombre a unas instalaciones. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue honrada por sus acciones: el gobierno de Francia le otorgó la Croix de Guerre avec Palme, el gobierno británico la convirtió en miembro de la Orden del Imperio Británico, y el gobierno de Estados Unidos le hizo entrega de la Cruz del Servicio Distinguido. Virginia Hall murió en 1982, a los 76 años de edad.
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