Efemérides: Emily Dickinson, la gran poeta de la naturaleza ( 15/05/1886)
Autora de 1.789 poemas, esta escritora es considerada uno de los pilares de la literatura estadounidense moderna y una de las mejores poetas de la literatura universal. Su obra denota una extraordinaria capacidad para observar el mundo a su alrededor, desde el sutil zumbido de una abeja hasta el carácter inapelable de la muerte. Compuso todos sus poemas a lápiz en pequeños trozos de papel que su hermana Lavinia encontró y publicó tras su muerte.
Dada su inagotable sed de conocimiento, Emily profundizó por su cuenta en otros estudios. Pronto aprendió los nombres de todas las estrellas y constelaciones. También memorizó el nombre de las decenas de flores silvestres que crecían en la región y sabía perfectamente dónde encontrarlas. Todo este conocimiento lo plasmó en su vasta producción poética.
Después de terminar el último curso en la Academia de Amherst, ingresó en el Seminario Femenino de Mount Holyoke, donde recibió una rígida educación calvinista. Dickinson en seguida advirtió que la vida religiosa no le interesaba y se negó a seguir ese camino, siendo clasificada como una de las pocas alumnas “no convertidas” del centro. En el seminario superó sin dificultades los exámenes de primero y le convalidaron la asignatura de botánica, dado su extraordinario conocimiento de la materia. A causa de un problema de salud, Emily regresó en verano a su casa familiar y no retomó los estudios. Aún así, la joven escritora llegó a tener una educación mucho más profunda que la de las mujeres de su época.
VUELTA A CASA: AMOR Y POESÍA
Al regresar a Amherst, Emily retomó la vida hogareña. Pasaba tiempo con su hermana Lavinia (a quien todos llamaban de manera cariñosa “Vinnie”), que fue su compañera y amiga durante toda la vida. Lavinia adoraba a su hermana mayor y admiraba enormemente su talento poético, por eso siempre procuró que en la casa se mantuviese el ambiente calmado que Emily necesitaba par escribir en soledad.
Además de trabajar en su invernadero, observar la naturaleza y desarrollar su talento poético, Emily iba a la iglesia, salía a comprar, paseaba a su perro Carlo y asistía tanto a exposiciones como a funciones benéficas. También disfrutó de diversas amistades y de las reuniones sociales y fiestas que se celebraban en la casa colindante a la suya, donde vivían su hermano mayor Austin y su amiga de la infancia Susan Huntington Gilbert, que habían contraído matrimonio en 1856.
Emily y Susan, que fueron compañeras de estudios en la Academia de Amherst, mantuvieron una extensa correspondencia durante toda la vida, pese a vivir a apenas cien metros de distancia. Estas cartas ponen de manifiesto que las dos mujeres fueron amigas, amantes y confidentes. De hecho, Susan fue una de las pocas personas a las que Emily dejó leer sus poemas e incluso le sugirió algunos cambios (que Emily nunca llegó a realizar). Varios biógrafos de Emily Dickinson creen que los más de 300 poemas de amor de la autora fueron escritos enteramente para Susan. Entre ellos destaca el evidente “Una Hermana tengo en nuestra casa”, “Noches salvajes” y “Poseer una Susan mía / es de por sí una dicha”.
Pero aquella no fue la única experiencia amorosa de Emily Dickinson. En sus poemas y cartas hay referencias a otra historia cuyo final trágico atormentó a la autora. Los teóricos se dividen en dos posibilidades. Unos apuntan a que la persona a la que van dirigidos los poemas fue un joven a quien sus padres le prohibieron seguir viendo. Otros creen que la poeta se enamoró de un pastor protestante casado que huyó de Amherst para evitar que se diera el romance.
Durante su juventud y madurez, Emily se puso en manos de hombres sabios, mayores que ella, a los que pidió consejo sobre la creación artística y quienes la instruyeron y le recomendaron lecturas. El último fueThomas Wentworth Higginson, a quien la poeta conoció cuando tenía 31 años. En todas las cartas que intercambiaron, Emily siempre se dirigió a él como “Maestro”. Preocupada por la calidad de su obra, Dickinson le escribió una vez: “Señor Higginson: ¿está usted demasiado ocupado? ¿Podría hacerse un momento para decirme si mis poemas tienen vida?”.
El maestro le sugirió una serie de cambios para que su poesía fuera más “publicable”, pero ella se negó a incorporarlos, afirmando que estos eliminaban su identidad como poeta y su voz original y única como artista. Tras la muerte de Emily, Higginson dijo de los poemas: “Después de cincuenta años de conocerlos, se me plantea ahora como entonces el problema de qué lugar debe asignárseles dentro de la literatura. Emily se me escapa, y hasta hoy me encuentro aturdido ante semejantes poemas”.
Emily Dickinson solo dejó leer su obra a contados profesionales de la literatura y a su amada Susan. Algunos de ellos fueron el profesor Samuel Bowles, la escritora Helen Hunt Jackson, el editor Thomas Niles y el crítico y escritor Josiah Gilbert Holland. En vida, Emily únicamente publicó seis poemas. Los cuatro primeros aparecieron en el diario local que dirigía su amigo Samuel Bowles, aunque se desconoce si la autora dio su consentimiento. El quinto, titulado “The Snake” se publicó en The Springfield Republican, en contra de la voluntad de Emily. El último formó parte de la antología Una mascarada de poetas, que en Hellen Hunt Jackson editó en 1878, con la condición de que su firma no apareciera.
RECLUSIÓN POÉTICA
A partir de los cincuenta años, Emily se volvió más estricta ante la negativa de publicar. Dejó de frecuentar a sus amigos, se negó en varias ocasiones a recibir visitas en casa y empezó a vestir únicamente de blanco, una extraña costumbre que la acompañó hasta el final de sus días. Dickinson se encerró en casa, obsesionada con su creación poética, y dedicó todos sus esfuerzos a desarrollar la extraordinaria obra por la que se la conoce.
Hacia el final de su vida, Emily apenas abandonó su habitación. Pasaba días enteros en ese cuarto recubierto de madera, decorado con cortinas y sábanas blancas, inclinada sobre el escritorio, observando a través de la ventana o reuniendo sus poemas en pequeños libros que encuadernaba a mano. En 1884, la muerte de su sobrino, el hijo menor de Austin y Susan, la dejó devastada. Dos años más tarde, escribió su última carta en la que decía “me llaman”, refiriéndose a la muerte, y dejó el mundo el 15 de mayo de 1886.
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